La Inquisición, instaurada en el siglo XIII, hizo estragos en la Península Ibérica durante unos 350 años. Sin embargo, además de la persecución de los herejes, también fue un importante instrumento de poder. A partir de 1478, los Reyes Católicos de Castilla y Aragón recibieron permiso del Papa para ejercer ellos mismos la Inquisición y nombrar a su líder. Uno de ellos fue Fernando Niño de Guevara, nacido en 1541 en Toledo, que fue nombrado Inquisidor Mayor en 1599. Ocupó el cargo solo tres años, después de los cuales el Papa exigió que fuera reemplazado porque, a pesar de su prohibición, De Guevara se unió a la orden de los jesuitas. Durante su corto mandato, 240 personas fueron declaradas herejes y quemadas en la hoguera, mientras que 96 personas que no pudieron ser encontradas fueron quemadas en efigie, además, 1.628 personas fueron declaradas culpables y condenadas no a muerte, pero si a penas más leves.