Un pintor. ¡¿Una mujer pintora?!

La pintura de Károly Ferenczy captura un momento maravilloso y característico. La artista se detiene un momento para examinar su creación. ¿Está satisfecha o no? Es difícil decidirse por el cuadro, pero lo cierto es que Ferenczy quedó justificadamente satisfecho con su cuadro. El pintor, gracias a sus maravillosas proporciones, su impresionante combinación de colores y su naturalidad.
Este último hecho es digno de mención, aunque sólo sea porque la existencia de pintoras no siempre fue evidente, incluso cuando el cuadro nació en 1903. Aunque en el siglo XIX (y antes) se puso mucho énfasis en la educación artística para las jóvenes de clase media y alta, el objetivo principal era mantener o aumentar el estatus social, lo que también significaba mejores posibilidades de matrimonio.
Esto cambió con la Escuela Modelo de Dibujo, abierta en Budapest en 1871, donde las mujeres podían realizar cursos profesionales de dibujo, separados de los estudiantes masculinos. Aquí, incluso podían obtener el título de profesor de arte, pero la igualdad en cuanto al currículo y la educación común tuvo que esperar hasta el año escolar 1908/1909. Quién sabe, tal vez la heroína de la imagen no esté mirando su imagen, sino su futuro artístico.

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